Pequeña creatura peluda, nuestro amigo, de orejas largas, subió al cielo y está sentado en la luna para cuidar de mis sueños, etéreo, se transforma en el alma que brincará de nube en nube dejando caer huevitos de colores en los tiempos de Pascua.
No había sido la primera vez que Diego me pedía que compremos de esos conejitos de chocolate, que venden para celebrar la pascua. Yo con el argumento de que todavía no era Easter day, salía librada del supermercado. Una mañana mi pequeño hijo, despertó con ganas de quedarse en casa, y lloró para no ir a la escuela, no había ninguna razón por la cual él no quisiera ir, solo no quería y punto. Tratando de calmar su capricho, lo convencí para caminar hacia su escuela, diciéndole que, después de clase iríamos a comprar un conejito de chocolate.
Esa tarde, cómo si no hubiesen pasado las horas, Diego no olvidó lo prometido, salió contento de la escuela, recordando ir a comprar, el chocolate del conejito de pascua. Caminamos a paso lento y divertido. La tarde estaba soleada, no se sentía mucho el frío por las calles de East Kilbride. Al llegar al supermercado, Diego escogió el conejo más grande de la tienda, afortunadamente era LIDL, y sabia que sería lo más grande y barato que encontraríamos en el mercado. Estando ahí aproveche para comprar pan dulce estilo francés y una baguette, para distraer el apetito de Diego, con la idea de que, no desee abrir de inmediato el conejo de chocolate. De regreso a casa, sin darme cuenta, el paquete transparente de chocolate, se resbaló de mis manos, impactando se contra la escarpa. La perfecta escultura de chocolate en forma de conejo se había hecho añicos. Sintiéndome culpable por ello; expresé:
– ¡Oh no! se rompió. ¡El conejo se rompió! Lo siento.
– Oh no, mami.
– ¡Mierda! que coraje, tantas horas caminando para que antes de llegar a casa se me caiga, te juro que, no sé cómo pasó. – decía mientras levantaba el paquete trasparente y veía al conejo hecho pedazos.
– No pasa nada, mami, fue un accidente.
– Lo siento, Diego.
– Está bien, mami, no pasa nada. – dijo y luego me abrazó.
En ese instante, recordé aquel momento cuando llegó Bonny, por primera vez a nuestros corazones. Era muy pequeño, tierno y frágil, apenas tenía un mes de vida, cuando lo llevaron a casa. Era nuestro conejito, nuestro amigo, la primera mascota de Diego. Todo estaba preparado, su casita, su comidita, su collar, su nombre.
¡Se llamará Peter! como el conejo gris con la camisa azul del libro de Beatrix Potter. Después de un mes de espera, en el primer encuentro, Diego cargó al bebé Peter, felices y contentos de recibir al nuevo integrante de la familia, el joven que nos entregó al conejo muy avergonzado, se disculpó diciendo que Peter, no era niño como se había pensado, Peter era una linda conejita. Todos con una mirada incomoda, comenzamos a reír, entre diente respondimos, ¡No pasa nada!. Llevamos al nuevo conejo a su nueva casita, y tratamos de explicarle a Diego del por qué, el nombre del conejo debía cambiar. Ya no se llamaría Peter, pero que podía escoger el nombre de alguna de las hermana que salen en el cuento del conejo.
Diego confundido de lo que ocurría, con relación al nombre, nos dijo:
– Yo no veo ninguna niña y ningún niño, es solo un conejo. Yo soy el niño, el es un conejo y se llamará Peter.
– Sí, es conejo, pero el conejo también tiene sexo y es una hembra, y Peter Rabbit es macho. – Explicó su papá – aunque también le podemos dejar el nombre de Peter si quieres.
-¿Cómo se dice bonito en inglés, papá? – preguntó Diego.
-Bonny, es sinónimo de bonita o bonito y bunny es conejito o conejita, en inglés es indefinido. ¿quieres llamarle bonny o bunny? – preguntó su papá.
-Sí, Bonny será. Afirmó el niño.
Ese año, durante toda la pandemia convivimos y vimos crecer, a nuestro amigo, un día se lastimo la patita delantera por estar saltando en el patio mientras jugaba con Diego. Lo llevamos de urgencias con un veterinario especialista en conejos, cuando lo atendieron, aproveche la consulta para quitarme la duda del sexo del conejo. La doctora afirmó rotundamente que el conejo era macho. ¡Bonny era macho!
¡¿Cómo explicar eso otra vez?!
Por un tiempo el sexo del conejo fue un chiste familiar, y se quedó como, el indefinido, hasta que un día el conejo, se madreo a un gato, por entrar a la casa e intentar cenarse al bunny. A partir de ese momento, notamos su fuerte carácter; el Bonny comenzó a tener varios apodos, como: Patada blanca, Xboni, Ixboni, Ixbonito, el bono, preciosura, el Coso, Bonobon. Cuando mordía cosas era: Pinche conejo o chingado Boni.
Dejarlo en Mérida fue triste, pero para no extrañarlo mi mamá nos mandaba fotos de él. Mientras caminábamos de regreso a casa, a paso lento y divertido, con la figura de chocolate del conejo destrozada, Diego me preguntó:
-Mamá ¿por qué un conejo de Pascua?
-Porque así es la leyenda.
-¿Qué leyenda?
– Cuenta la leyenda, sobre un conejo, valiente y mágico, que tenía una canasta mágica donde ocultaba juguetes, dulces, chocolate y huevos de colores, en la semana de pascua, va brincando de nube en nube, dejando caer los premios de los niños y niñas que se han portado bien.
-Yo tengo un conejo y me he portado bien. Expresó Diego.
La vida es impredecible, espontánea e inexplicable. Al cierre de la semana. El domingo por la mañana, recibí un mensaje que decía:
Bonny dejó de respirar. (visto)
Hicimos todo lo posible para salvarlo (visto)
Enfermó (visto)
Foto (visto)
Con lágrimas en los ojos, y sin creer lo que leía, seguí escuchando los audios de voz que me mandaban, entendí todo lo que había sucedido, y agradecí que estuvieran ahí para ayudarlo. Nuestro pequeño amigo se había ido antes de Pascua. Nos había dejado, ya no estaría ahí, para recibirnos a nuestro regreso. Me entristeció la noticia, miré las nubes, a través de la ventana, agradecí por todo lo que vivimos a su lado, entré en un estado de reflexión, mis lágrimas era incontrolables, pero un fuerte sonido me despertó, era la puerta del baño. – ¡abre, mamá! – Era Diego queriendo entrar. ¿Cómo explicarle todo esto?, pensé de inmediato; me lavé la cara, me tragué la lagrima y abrí la puerta. – ¿Qué pasó? – le pregunté. – ¿Te vas a bañar? – me preguntó. – ¡Sí! – le contesté. Cerré la puerta.
Toc toc de la puerta. Respiré.
Mensaje: Aun no le digas a Diego (visto)
Toc toc de la puerta. – ¡Mamá!
Mensaje. Toc toc de la puerta.
Me miré al espejo, me sequé las lágrimas. Abrí la puerta y lo abracé. – ¿Quieres armar lego conmigo? – me preguntó. – Sí- le contesté.
Aún espero el día para tomar valor y explicarle a mi hijo, que Bonny, creatura peluda, nuestro amigo, de las orejas largas, etéreo, de un salto subió al cielo y está sentado en la luna, guardián de sus sueños. Este año dejó el cuerpo terrenal para transformarse en su tótem celestial, para brincar de nube en nube dejando caer huevitos de colores, en tiempos de pascua. Mientras se pueda hay que disfrutar un pedacito de chocolate para el paladar.