Deseo ver la nieve, mamá. Esas fueron las palabras de Diego, cuando supo que iríamos a Escocia.

Después de un largo viaje por Europa, a finales del 2018 regresé a mi ciudad natal, Mérida, Yucatán, donde disfruté los tres años más hermosos, con mi familia, amigos y grandes experiencias laborales. A principios del 2020, a raíz de un año de estar distanciada del papá de mi hijo (¡historia que les contaré en otro posteo!) pude rencontrarme con Aldo (mi esposo) con quien viví, junto con mi madre, el encierro y los momentos más fuertes de la pandemia Covid, en México.

Más tarde, llegó el momento de darle vuelta a la página, y en un instante, Aldo y yo decidimos zarpar a una nueva aventura. El 6 de diciembre de 2021, llegamos a tierras escocesas, país del golf, donde la salchicha es cuadrada, se come haggis, en las fiestas se toma Buckfast, los hombres usan Kilt y el inglés es muy particular.

Diego, mi pequeño hijo, desde el aeropuerto de Cancún, pensaba que llegando a Escocia vería la nieve. Su papá y yo no podíamos prometer algo que no estaba en nuestras manos.

– ¿Veré la nieve? – preguntaba Diego, ocasionalmente.

– ¡Seguro! en algún momento podrás ver la nieve- le decíamos.

– Deseo ver la nieve- confesaba.

Pasó navidad y la celebración del año nuevo 2022, y la nieve no llegó.

Una noche muy fría de enero.

– ¿Cuándo podré ver la nieve, mamá? – me preguntó, Diego, con sus ojitos cansados, pronto yo pensé. Esa misma noche después de arropar a mi pequeño y darle las buenas noches, con todo y calefactor en la casa, sentí mucho frío, pero claro, yo soy mexicana y, peor aún, Yucateca, “quien te manda a venir a escocia al invierno” me dije a mí misma mientras me dirigía a mi habitación. Cuando entré a la recamará, dialogué con mi esposo quien se encontraba acostado en la cama a punto de dormir, yo insistí en querer hablar, por lo terca que soy y la conversación se tornó en una leve discusión sin sentido por nuestro cansancio, en ese instante, sentí mucho frío, más de lo normal y me metí entre las sábanas hasta quedar profundamente dormida. A la mañana siguiente, cómo cada mañana, desde que estamos aquí, se abrió la puerta espontáneamente, era Diego, corrió a mi cama para despertarme. Eran como las 9:30 de la mañana, cuando su Papá miró por la ventana y dijo: – Diego ¡Mira! la nieve-. De un salto de alegría mi pequeño de 4 años subió a la vieja silla de cuero del bisabuelo que estaba junto a la ventana y miró hacia el exterior. – ¡NIEVE! – grito Diego de emoción.

Jardines y tejados blancos, era lo que se encontraba a nuestro alrededor.

Desayunamos, nos enchamarramos, y nos pusimos nuestros mejores zapatos waterproof. Mientras mi suegro salió en short y en playera, yo era todo un esquimal. Fue el momento más feliz y divertido que había vivido desde mi llegada a Escocia. Eso no significa que no existan otros bellos momentos de este viaje, pero aquel instante en el que todos nos pusimos a jugar en la nieve fue extraordinariamente especial. Muñecos de nieve, guerra de nieve, angelitos de nieve, posar bajo la nieve, acrobacias, risas, copos de nieve, fotos y videos en la nieve, hizo que el frio no se sintiera. Logré captar cada instante gracias al calor de las sonrisas.

Esa tarde fue soleada y caminar sobre la nieve fue una nueva sensación inexplicable. El sonido que se generaba al pisarla, era suave, delicado, espeso, blanco y silencioso. Diego jugó todo lo que pudo, yo como buena yucateca después de mi última acrobacia corrí a la casa para cambiarme los guantes y calcetines que ya empezaban a mojarse por el calor corporal que derretía la nieve. Subí a mi habitación y miré por la ventana. En los últimos minutos de la tarde solo contemplé a lo lejos, como Diego y su papá seguían jugando y riendo sobre el blanco paisaje que cautelosamente se iba derritiendo con el paso del tiempo.

Una sonrisa incansable se dibujaba en nuestros rostros.

Cayó la noche y la lluvia lo limpió todo.  

Al día siguiente ya no quedaba rastro de la nieve, solo quedaba tierra mojada y asfalto escarchado, todo había regresado a lo que era antes.

Aquel día había parecido un sueño.

El deseo: “un día de nieve”.

Ya han pasado varios días desde la caída de la nieve y aún sigo pensando que, aquel día fue el deseo de Diego hecho realidad.   

6 comentarios en “Un día de nieve en Escocia.

  1. El deseo más bonito de diego y la vida se lo dio… disfruta y sonríele a la vida, mi hermosa flaca…
    Atesora cada momento como ese y llenate de energía y luz…
    Los amamos mucho 🥰

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