El ladrón del sueño

Su cuerpo tendido sobre la cama, la respiración suave y sigilosa, sola en la habitación estaba ella profundamente dormida. En el silencio sepulcral de la noche al borde de la ventana aterrizó un ave accipitriforme, gigante de plumas negras, garras fuertes, con el pico torcido y desplumada cabellera. Se quedó ahí un rato contemplando el cuerpo tumbado capturando en su memoria la inmovilidad, esencia de cadáver que lo cautiva. Cuando sintió que era el momento con el pico tocó tres veces el cristal de la ventana. Ella entre sueños se levantó, cuerpo sonámbulo, caminó hacia la ventada y con un gesto gentil lo dejo entrar. La emplumada ave depositó dentro de la habitación una jaula, ella se acercó un poco más, él estiro su desnudo cuello acercándose a su oído y le susurro hermosas palabras, ella convencida de lo que el ave le dijo por voluntad propia entró a la jaula y cerró la puerta. El ave sonrió, tomo la jaula con su pata rapaz y levantó el vuelo llevándose el alma de aquella mujer a los confines del Orco.

El Conejo de Pascua.

Pequeña creatura peluda, nuestro amigo, de orejas largas, subió al cielo y está sentado en la luna para cuidar de mis sueños, etéreo, se transforma en el alma que brincará de nube en nube dejando caer huevitos de colores en los tiempos de Pascua.

No había sido la primera vez que Diego me pedía que compremos de esos conejitos de chocolate, que venden para celebrar la pascua. Yo con el argumento de que todavía no era Easter day, salía librada del supermercado. Una mañana mi pequeño hijo, despertó con ganas de quedarse en casa, y lloró para no ir a la escuela, no había ninguna razón por la cual él no quisiera ir, solo no quería y punto. Tratando de calmar su capricho, lo convencí para caminar hacia su escuela, diciéndole que, después de clase iríamos a comprar un conejito de chocolate.

Esa tarde, cómo si no hubiesen pasado las horas, Diego no olvidó lo prometido, salió contento de la escuela, recordando ir a comprar, el chocolate del conejito de pascua.  Caminamos a paso lento y divertido. La tarde estaba soleada, no se sentía mucho el frío por las calles de East Kilbride. Al llegar al supermercado, Diego escogió el conejo más grande de la tienda, afortunadamente era LIDL, y sabia que sería lo más grande y barato que encontraríamos en el mercado. Estando ahí aproveche para comprar pan dulce estilo francés y una baguette, para distraer el apetito de Diego, con la idea de que, no desee abrir de inmediato el conejo de chocolate. De regreso a casa, sin darme cuenta, el paquete transparente de chocolate, se resbaló de mis manos, impactando se contra la escarpa. La perfecta escultura de chocolate en forma de conejo se había hecho añicos. Sintiéndome culpable por ello; expresé:

– ¡Oh no!  se rompió. ¡El conejo se rompió! Lo siento.

– Oh no, mami.  

– ¡Mierda! que coraje, tantas horas caminando para que antes de llegar a casa se me caiga, te juro que, no sé cómo pasó. – decía mientras levantaba el paquete trasparente y veía al conejo hecho pedazos.  

– No pasa nada, mami, fue un accidente.  

– Lo siento, Diego.

– Está bien, mami, no pasa nada. – dijo y luego me abrazó.

En ese instante, recordé aquel momento cuando llegó Bonny, por primera vez a nuestros corazones. Era muy pequeño, tierno y frágil, apenas tenía un mes de vida, cuando lo llevaron a casa. Era nuestro conejito, nuestro amigo, la primera mascota de Diego. Todo estaba preparado, su casita, su comidita, su collar, su nombre.

¡Se llamará Peter! como el conejo gris con la camisa azul del libro de Beatrix Potter. Después de un mes de espera, en el primer encuentro, Diego cargó al bebé Peter, felices y contentos de recibir al nuevo integrante de la familia, el joven que nos entregó al conejo muy avergonzado, se disculpó diciendo que Peter, no era niño como se había pensado, Peter era una linda conejita. Todos con una mirada incomoda, comenzamos a reír, entre diente respondimos, ¡No pasa nada!. Llevamos al nuevo conejo a su nueva casita, y tratamos de explicarle a Diego del por qué, el nombre del conejo debía cambiar. Ya no se llamaría Peter, pero que podía escoger el nombre de alguna de las hermana que salen en el cuento del conejo.

Diego confundido de lo que ocurría, con relación al nombre, nos dijo:

– Yo no veo ninguna niña y ningún niño, es solo un conejo. Yo soy el niño, el es un conejo y se llamará Peter.

– Sí, es conejo, pero el conejo también tiene sexo y es una hembra, y Peter Rabbit es macho. – Explicó su papá – aunque también le podemos dejar el nombre de Peter si quieres.   

-¿Cómo se dice bonito en inglés, papá? – preguntó Diego.

-Bonny, es sinónimo de bonita o bonito y bunny es conejito o conejita, en inglés es indefinido. ¿quieres llamarle bonny o bunny? – preguntó su papá.

-Sí, Bonny será. Afirmó el niño.

Ese año, durante toda la pandemia convivimos y vimos crecer, a nuestro amigo, un día se lastimo la patita delantera por estar saltando en el patio mientras jugaba con Diego. Lo llevamos de urgencias con un veterinario especialista en conejos, cuando lo atendieron, aproveche la consulta para quitarme la duda del sexo del conejo. La doctora afirmó rotundamente que el conejo era macho.  ¡Bonny era macho!

¡¿Cómo explicar eso otra vez?!

Por un tiempo el sexo del conejo fue un chiste familiar, y se quedó como, el indefinido, hasta que un día el conejo, se madreo a un gato, por entrar a la casa e intentar cenarse al bunny. A partir de ese momento, notamos su fuerte carácter; el Bonny comenzó a tener varios apodos, como: Patada blanca, Xboni, Ixboni, Ixbonito, el bono, preciosura, el Coso, Bonobon. Cuando mordía cosas era:  Pinche conejo o chingado Boni.

Dejarlo en Mérida fue triste, pero para no extrañarlo mi mamá nos mandaba fotos de él. Mientras caminábamos de regreso a casa, a paso lento y divertido, con la figura de chocolate del conejo destrozada, Diego me preguntó:

-Mamá ¿por qué un conejo de Pascua?

-Porque así es la leyenda.

-¿Qué leyenda?

– Cuenta la leyenda, sobre un conejo, valiente y mágico, que tenía una canasta mágica donde ocultaba juguetes, dulces, chocolate y huevos de colores, en la semana de pascua, va brincando de nube en nube, dejando caer los premios de los niños y niñas que se han portado bien.

-Yo tengo un conejo y me he portado bien. Expresó Diego.

La vida es impredecible, espontánea e inexplicable. Al cierre de la semana. El domingo por la mañana, recibí un mensaje que decía:

Bonny dejó de respirar.  (visto)

Hicimos todo lo posible para salvarlo (visto)

Enfermó (visto)

Foto (visto)

Con lágrimas en los ojos, y sin creer lo que leía, seguí escuchando los audios de voz que me mandaban, entendí todo lo que había sucedido, y agradecí que estuvieran ahí para ayudarlo. Nuestro pequeño amigo se había ido antes de Pascua. Nos había dejado, ya no estaría ahí, para recibirnos a nuestro regreso. Me entristeció la noticia, miré las nubes, a través de la ventana, agradecí por todo lo que vivimos a su lado, entré en un estado de reflexión, mis lágrimas era incontrolables, pero un fuerte sonido me despertó, era la puerta del baño. – ¡abre, mamá! – Era Diego queriendo entrar.  ¿Cómo explicarle todo esto?, pensé de inmediato; me lavé la cara, me tragué la lagrima y abrí la puerta. – ¿Qué pasó? – le pregunté. – ¿Te vas a bañar? – me preguntó. – ¡Sí! – le contesté. Cerré la puerta.

Toc toc de la puerta. Respiré.

Mensaje: Aun no le digas a Diego (visto)

Toc toc de la puerta. – ¡Mamá!

Mensaje. Toc toc de la puerta.

Me miré al espejo, me sequé las lágrimas. Abrí la puerta y lo abracé. – ¿Quieres armar lego conmigo? – me preguntó. – Sí- le contesté.

Aún espero el día para tomar valor y explicarle a mi hijo, que Bonny, creatura peluda, nuestro amigo, de las orejas largas, etéreo, de un salto subió al cielo y está sentado en la luna, guardián de sus sueños. Este año dejó el cuerpo terrenal para transformarse en su tótem celestial, para brincar de nube en nube dejando caer huevitos de colores, en tiempos de pascua. Mientras se pueda hay que disfrutar un pedacito de chocolate para el paladar.

    

El Nacional.

Se abrió la puerta, la campanita sonó, el viejo hombre entró, pero hoy, lucia diferente, olía diferente, se acercó al mostrador, levanto la mirada y dijo:   

-Hoy, solo el Nacional.

Profunda inhalación de pupilas dilatadas, silencio escalofriante; el tiempo se paró, nada se movió, y yo, ya lo había entendido todo.

¿El trabajo? La verdad, no me quejo, la mayor parte del tiempo me divierto, puedo atender a toda clase de personas, en lo personal parecen personajes, mientras deciden que comprar, me encanta imaginar sus vidas, , eso me ayuda activar la imaginación.

Durante el tiempo que no hay clientes, puedo mirar el celular, acomodar algunos productos o leer una buena revista deportiva. Cuando se abre la puerta, golpea la campanita, sonido que me deja saber que alguien ha entrado a la tienda; las personas por lo general, siempre van a comparar cualquier producto de necesidad básica, pero en este lugar, cerveza y cigarros es lo que más se vende. Desde que comencé a trabajar aquí, soy popular, todos me conocen como “el de la tiendita”, la gente joven compra rápido, pero el adulto mayor, siempre tiene tiempo para intercambiar alguna palabra.

Los viejitos, siempre logran despertar mi ser más vulnerable, comprensible y empático. Respeto mucho a mis mayores, sobre todo a los que me recuerdan a mi abuelo, aquellos señores de bastón, encorvados con bigote que les tiembla la mano al asentar las monedas sobre el mostrado.

El señor G. todas las mañanas se levantaba muy temprano para encender la cafetera, mientras la maquina hacía su trabajo, él se colocaba el sombrero y su gabardina para salir de casa, cruzar la calle fría de St. Leonard y entrar por la puerta que golpearía la campanita, anunciando su llegada. Siempre positivo, con una alegre sonrisa que le permitía contar chistes, cada mañana me pedía dos tipos de periódicos, el Nacional y el de ella.

Siempre curioso de porqué compraba dos, le pregunté – ¿le encanta comparar las noticias?, eh- Sorprendido me contestó – El Nacional es para mí, el otro para mi esposa-.  A ella le encantaban los crucigramas y el Nacional no es ese tipo de periódico, sobre todo porque no era amante de las noticias “amarillistas”. La señora G, no frecuentaba ir a la tienda, pero cuando llegó a ir, añejo rosal con sonrisa cansada que brillaba por la mañana, adolorida, me pidió lo habitual: el Nacional y el de ella.

¿Qué hacía ella aquí? Me pregunté en silencio. No dejaba de tocarse con la mano derecha la costilla izquierda, vacía mirada de ojos azules, que expresa su vejez, me contó:

Ayer me caí de las escaleras, y me llevaron al hospital, tres costillas se me rompieron, pero con las patillas, qué voy a sentir. En ambulancia me trasladaron, pero ni de loca me quedo a dormir ahí. Ahí solo van los más viejos, y si te quedas en el hospital, te mueres, ahí te enfermas más de lo que ya estas. Así que pedí que me lleven a casa. Don G. se veía cansado, lo dejé dormir y hoy me tocó a mí comprar los periódicos.

Giñándome el ojo y con una sonrisa traviesa, estiró la mano temblorosa para entregarme las monedas que pagarían su compra. – Vaya a descansar – le contesté.  Ese mismo día por la tarde el señor G. fue a la tienda a comprar unas cervezas, con el rostro preocupado, decaído me compartió la profunda tristeza que sentía por su esposa, mujer de la mirada vacía; las caídas, el olvido, eran la decadencia del ser que la desprendían del hilo de la vida hacia la muerte. Un joven como yo, que no entiende nada del declive de la existencia, escuchar, fue el mejor apoyo que le pude brindar.

A la mañana siguiente, la puerta se abrió y la campanita sonó. Una fría corriente de aire entró como un grito exhalado que lo envolvió, duelo, inexplicable del adiós. Levanté la mirada y frente al mostrador, ahí estaba el señor G, lucia diferente, olía diferente, negro profundo color era el sombrero que cubría su rostro, entre el silencio y el dolor, levantó levemente la mirada, ojos rojos llenos de lágrimas, desconsuelo, me dejaron ver, el sufrimiento. Estiró el brazo y con su mano temblorosa, asentó una moneda sobre el mostrador, la voz deshidratada, marchita soledad, palabras quebradas, expresó:

¡La frase!

Como el aleto de la mariposa, que cambio su mundo, mi mundo y el otro lado del cosmos.

Profunda inhalación de pupilas dilatadas, silencio escalofriante; el tiempo se paró, nada se movió, y yo, ya lo había entendido todo. Gota de lagrima que explota al caer; níquel-latón, cobre, moneda que paga impactantes noticias. Aquel ser que apenas vi ayer, la muerte acobijó y al eterno viaje de los sueños se la llevo. Pues:

Hoy, solo el Nacional.

El baúl

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Buenos Relatos

ALEÉ SÁNCHEZ

Un cierto día me di cuenta que estaba envejeciendo; ya soy un adulto, uno que dejó de jugar e imaginar, uno que trabaja todos los días y hace cosas aburridas. Buscando entre mis cosas, dentro de un baúl, encontré una foto de mi vieja bicicleta, ahí estaba yo, un pequeño de cinco años que lo soñaba todo. Me quedé mirado un rato la imagen, cuando de repente sentí cómo se dibujaba en mí una sonrisa, de esas que hace mucho tiempo no expresaba. Ese gesto que te abraza de alegría, cargado de nostalgia. Sentí como si la fotografía me absorbiera, sumergiéndome en el más profundo de los recuerdos de mi empolvada infancia.

Había sido tragado por el pasado mágico del recuerdo de aquel niño que solía jugar e imaginar batallas contra guerreros y piratas.

Cuando abrí los ojos todo se pintó de color ámbar, un sepia, melancolía. Ahí…

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El baúl.  

Un cierto día me di cuenta que estaba envejeciendo. Ya soy un adulto, uno que dejó de jugar e imaginar, que trabaja todos los días y hace cosas aburridas. Buscando entre mis cosas, dentro de un baúl, encontré una foto de mi vieja bicicleta, ahí estaba yo, un pequeño de cinco años que lo soñaba todo. Me quedé mirado un rato la imágen, cuando de repente sentí cómo se dibujaba en mí una sonrisa, de esas que hace mucho tiempo no expresaba. Ese gesto que te abraza de alegría, cargado de nostalgia. Sentí como si la fotografía me absorbiera, sumergiéndome en el más profundo de los recuerdos de mi empolvada infancia.

Había sido tragado por el pasado mágico del recuerdo de aquel niño que solía jugar e imaginar batallas contra guerreros y piratas.  

Cuando abrí los ojos todo se pintó de color ámbar, un sepia, melancolía. Ahí estaba yo, en el patio dando vueltas en mi bicicleta. Capturé el momento desde la cocina, no lo podía creer. No quería que me vieran y me escondí. El niño entró corriendo por la puerta de la cocina hacia el interior de la casa. En la sala estaba su mamá, sentada en el viejo sofá color marrón. El dulce y suave aroma que emanaba cuando me abrasaba, me envolvía en el amor incondicional que ella siempre sintió por mí. Ella estaba llorando. Lágrimas azules resbalaban por su rostro. Ella estaba profundamente triste. Frío silencio de dolor. Ella había recibió la noticia. Amarga sensación. El niño la abrazó, ella lo miró y sonrió.

Mi padre había muerto. De un golpe algo me empujó a la realidad. Agitado, miré a mi alrededor, llevé mi mano hacia mi frente y me quité el sudor; suspiré, y recordé que estaba vivo. Corriendo bajé las escaleras y ahí estaba Mau, mi hijo de seis años, jugando con sus carritos. Me acerqué y me senté a su lado, él me miró y sonrió, de un salto me abrasó. Nos quedamos un rato. ¿Quieres ir a montar bicicleta? Le pregunté. Esa tarde al calor del verano disfruté, con mi hijo, lo que nunca pude vivir con mi padre.  

El castillo de lego.

Nada fue un sueño, todo es real. Eso me dijo mi pequeño cuando subimos al tren de regreso a casa.  

Fue una mañana fría de enero, cuando me percaté de que Diego estaba sentado sobre el tapete gris que se encontraba en la habitación, ensimismado mientras construía algo con sus legos.

-¿Qué haces? – le pregunte curiosa.

-Un castillo – me respondió.

-¿Un castillo?  A ver enséñame.

En ese instante se levantó y desde el otro lado de la cama me miró muy contentó y me enseño el castillo de legos que estaba armando. Sorprendida sin poder creer que él había armado el castillo sin ayuda alguna. – ¡oh! waw está genial ¿cómo hiciste eso? – le pregunté. – fácil- me contestó enseñándome el instructivo del lego que contiene ilustraciones con más de 20 figuras para armar. En ese instante me quede contemplando lo que decía y cómo se expresaba sobre los guerreros y los castillos.  Por un instante reaccioné y pensé: pero, claro, Aleé, si estamos en Escocia, aquí hay castillo, por qué ¿no?

– ¿Te gustaría ir a un castillo de verdad? – le pregunté espontanea.

– ¿uno real? – me contestó.

– Sí, uno de verdad, dónde hubo reyes y reinas, guerreros y batallas. – le dije convincente.

– ¿Cómo el ajedrez? – contestó preguntando.

– Sí, como el ajedrez, un castillo de verdad; estamos en Escocia y aquí hay castillos como el que acabas de construir- le dije muy emocionada.

– ¡No! – contestó contundente

– No, ¿qué? – respondí confundida.

– No quiero ver el castillo, quiero ver una torre.

Esa tarde cuando llegó su papá, le platiqué todo lo que había sucedido y que me parecía una grandiosa idea visitar un castillo de verdad, pero que no solo eso, una torre era el plan. Aldo con la mirada sorprendida de todo lo que escuchaba, respondió: ¡Stirling, el domingo, Stirling es el lugar al que iremos!

  Stirling es el corazón del centro de Escocia, es la ciudad más antigua de tal belleza arquitectónica que caminar entre sus calles se vive un sueño histórico. Ahí se encuentra sobre una piedra volcánica el castillo medieval más importante de la nación. Pero de igual manera desde el castillo se puede apreciar la torre monumental de William Wallace, que se encuentra sobre una colina (No me pregunten después, cómo logré subir esa colina, siendo yo, una friolenta yucateca proveniente de la planicie).

Llegó el día.

Fue el 16 de enero de 2022, que tomamos el tren para ir a la histórica ciudad de Stirling. Los tres estábamos algo adormilados, porque tuvimos que madrugar.

Ese día fue perfecto, soleado con 6°C, el paisaje urbano era un cuento de hadas.

Yo estaba tan emocionada por visitar el castillo que no sentía tanto frío, obvio que sabía que estaría mucho tiempo en el exterior, y opté por ponerme doble de todo, doble pantalón, doble blusa, doble tapabocas y esas cosas que una hace para no sufrir el frío.

Nuestra primera parada fue la iglesia, en la que Diego no quiso entrar, pero sin pensarlo los dejé atrás y comencé a subí los escalones que conducen a la entrada de la iglesia, en ese momento cuando llegué al descanso de las escaleras una mujer de la tercera edad apareció, por respeto, me dio los buenos días, e inmediatamente intentó adelantarse, pero lamentablemente pisó mal, y se cayó, muy despacio, como en cámara lenta. (no sé, fue muy chistoso, pero, por respeto, ayudé a levantarla y me tragué la risa).

La iglesia ni que decir, hermosa. Salí feliz de ahí, ya que en el interior del edificio había un concierto religioso y la letra de la canción la estaban proyectando en una gran pantalla para que todos pudieran cantar, así que aproveche el karaoke eclesiástico e intente seguir la melodía.

Ya afuera de la iglesia, emprendimos el camino hacia el castillo, pero antes llegamos a una cárcel medieval donde tomamos algunas fotos en el jardín, yo detecté un monumento donde quería una foto, así que salté corriendo una cerca y le pedí a Aldo que me la tomara, inmediatamente, Diego intento seguirme; en lo personal quería una foto sola, pero él empezó a llorar y a decir ¡yo quiero salir en tu foto! e intentó saltar la cerca, que no era muy alta, pero su impulso de alcanzarme no logró brincar bien y se cayó rodando como una salchicha. Yo ya llevaba la risa acumulada desde la iglesia así que fue inevitable no reírme de las caídas del día. Después de carcajear un poco, pensé: Aleé ¡basta! tú no te quieres caer.  Respiré profundo y lo ayudé a pasar la cerca, ese momento terminó con una linda foto de los dos.  

La segunda parada, el castillo medieval de Stirling. Increíblemente hermoso, Diego estaba fascinado, en la entrada le dieron un mapa para niños y él nos iba indicando a donde ir. La visita fu espectacular, conocimos el palacio, la habitación del rey, de la reina, la galería, la cocina real, el jardín de la reina, y lo que se cuenta del castillo, su historia:  

En tiempos del Rey Robert I de Bruce se inició la rebelión contra Inglaterra y sucumbió en la batalla de independencia más importante de la historia celta, en la que participó William Wallace, quien venció a los ingleses, dicho hecho, se llevó acabo en el puente de Stirling. William Wallace fue nombrado guardián de Escocia y reconocido por la nobleza, sin embargo, el rey Eduardo I de Inglaterra de tanta furia firmó un tratado de paz con Francia, pidiendo de regreso a su ejército británico, para acabar con los rebeldes celtas y así detonar la batalla de Falkirk que derrotó al guardián de Escocia, quitándole la vida a William Wallace.

También aprendimos que el unicornio es el símbolo celestial de los reyes, ya que representaba el cielo y el poder divino de la corona. El unicornio representa el poder, la fuerza, la valentía, el liderazgo, listo para enfrentarse a cualquier batalla. El unicornio es una creatura con cabeza de cabra, cola de león y cuerpo de caballo pintado de color blanco.   

Nuestra visita al castillo se alargó más de lo esperado, pero valió la pena, nos divertimos mucho y disfrutamos caminar entre pisos y paredes empedradas.  

La tercera y última parada fue la monumental torre de William Wallace, Diego estaba encantado, el papá ni que decir, se le dibujaba una sonrisa incansable, y mencionaba a ratos, en voz alta que, estaba muy contento de compartir parte de su cultura, la historia y los paisajes celtas con su hijo. Para subir a colina tuvimos que recorrer un mágico sendero muy empinado que estaba lleno de bancas, troncos y esculturas de madera talladas con forma de animales. Musgo verde, albores muy altos, hongos, y muchas aves a nuestro alrededor. Al llegar a la cima el aire soplaba muy fuerte. Llegamos a la torre imponente, monumento que refleja su poder y todo lo que representa. Diego no quiso tomarse ninguna foto, sólo quería ver y contemplar. Aquel momento esperado en el que Diego vio la torre, quedará grabado para siempre en nuestras memorias.

Corrió, brincó y se divirtió, él era Ragnar luchando en la batalla con su espada de madera, que su padre le había comprado en el transcurso de este viaje medieval.

De regreso a casa, le pregunté,

-¿Te gustó la aventura?

-Si

-¿Qué fue lo que más te gustó?

-Me gustó que el castillo y la torre ya no eran solo de lego, nada fue un sueño, todo era real.

Un día de nieve en Escocia.

Deseo ver la nieve, mamá. Esas fueron las palabras de Diego, cuando supo que iríamos a Escocia.

Después de un largo viaje por Europa, a finales del 2018 regresé a mi ciudad natal, Mérida, Yucatán, donde disfruté los tres años más hermosos, con mi familia, amigos y grandes experiencias laborales. A principios del 2020, a raíz de un año de estar distanciada del papá de mi hijo (¡historia que les contaré en otro posteo!) pude rencontrarme con Aldo (mi esposo) con quien viví, junto con mi madre, el encierro y los momentos más fuertes de la pandemia Covid, en México.

Más tarde, llegó el momento de darle vuelta a la página, y en un instante, Aldo y yo decidimos zarpar a una nueva aventura. El 6 de diciembre de 2021, llegamos a tierras escocesas, país del golf, donde la salchicha es cuadrada, se come haggis, en las fiestas se toma Buckfast, los hombres usan Kilt y el inglés es muy particular.

Diego, mi pequeño hijo, desde el aeropuerto de Cancún, pensaba que llegando a Escocia vería la nieve. Su papá y yo no podíamos prometer algo que no estaba en nuestras manos.

– ¿Veré la nieve? – preguntaba Diego, ocasionalmente.

– ¡Seguro! en algún momento podrás ver la nieve- le decíamos.

– Deseo ver la nieve- confesaba.

Pasó navidad y la celebración del año nuevo 2022, y la nieve no llegó.

Una noche muy fría de enero.

– ¿Cuándo podré ver la nieve, mamá? – me preguntó, Diego, con sus ojitos cansados, pronto yo pensé. Esa misma noche después de arropar a mi pequeño y darle las buenas noches, con todo y calefactor en la casa, sentí mucho frío, pero claro, yo soy mexicana y, peor aún, Yucateca, “quien te manda a venir a escocia al invierno” me dije a mí misma mientras me dirigía a mi habitación. Cuando entré a la recamará, dialogué con mi esposo quien se encontraba acostado en la cama a punto de dormir, yo insistí en querer hablar, por lo terca que soy y la conversación se tornó en una leve discusión sin sentido por nuestro cansancio, en ese instante, sentí mucho frío, más de lo normal y me metí entre las sábanas hasta quedar profundamente dormida. A la mañana siguiente, cómo cada mañana, desde que estamos aquí, se abrió la puerta espontáneamente, era Diego, corrió a mi cama para despertarme. Eran como las 9:30 de la mañana, cuando su Papá miró por la ventana y dijo: – Diego ¡Mira! la nieve-. De un salto de alegría mi pequeño de 4 años subió a la vieja silla de cuero del bisabuelo que estaba junto a la ventana y miró hacia el exterior. – ¡NIEVE! – grito Diego de emoción.

Jardines y tejados blancos, era lo que se encontraba a nuestro alrededor.

Desayunamos, nos enchamarramos, y nos pusimos nuestros mejores zapatos waterproof. Mientras mi suegro salió en short y en playera, yo era todo un esquimal. Fue el momento más feliz y divertido que había vivido desde mi llegada a Escocia. Eso no significa que no existan otros bellos momentos de este viaje, pero aquel instante en el que todos nos pusimos a jugar en la nieve fue extraordinariamente especial. Muñecos de nieve, guerra de nieve, angelitos de nieve, posar bajo la nieve, acrobacias, risas, copos de nieve, fotos y videos en la nieve, hizo que el frio no se sintiera. Logré captar cada instante gracias al calor de las sonrisas.

Esa tarde fue soleada y caminar sobre la nieve fue una nueva sensación inexplicable. El sonido que se generaba al pisarla, era suave, delicado, espeso, blanco y silencioso. Diego jugó todo lo que pudo, yo como buena yucateca después de mi última acrobacia corrí a la casa para cambiarme los guantes y calcetines que ya empezaban a mojarse por el calor corporal que derretía la nieve. Subí a mi habitación y miré por la ventana. En los últimos minutos de la tarde solo contemplé a lo lejos, como Diego y su papá seguían jugando y riendo sobre el blanco paisaje que cautelosamente se iba derritiendo con el paso del tiempo.

Una sonrisa incansable se dibujaba en nuestros rostros.

Cayó la noche y la lluvia lo limpió todo.  

Al día siguiente ya no quedaba rastro de la nieve, solo quedaba tierra mojada y asfalto escarchado, todo había regresado a lo que era antes.

Aquel día había parecido un sueño.

El deseo: “un día de nieve”.

Ya han pasado varios días desde la caída de la nieve y aún sigo pensando que, aquel día fue el deseo de Diego hecho realidad.   

Mi madre en Europa 

Esta es una historia de todas mis historias  personales más hermosas de mi vida que quisiera compartir con el mundo, la visita de mi madre en París. 

En junio del presente año 2016 recibí una llamada de mi madre a mi departamento en París, ella muy emocionada me dio la noticia de que había encontrado una oferta de viaje para venir a visitarme para disfrutar todo el verano conmigo. Yo obviamente no supe qué decir en ese momento, me sentía feliz pero al mismo tiempo estresada ya que desde febrero había planeado un viaje a Italia de mochilero, saben que es eso de MOCHiLeRo, la aventura, el sleepingback, las posadas, pagar lo menos posible con pocas comodidades, viajando por Venecia hacia Nápoles  para después subir hasta Roma hasta la frontera con Francia he ir visitando las playas francesas hasta llegar a Toulouse para luego irme de recidencia con la compañía Les atsaras! Con el propósito de trabajar el espectáculo de «la fin du monde» para el festival de la calle en aurilleac, Francia. 

En seguida mi respuesta fue un No, le explique mis planes y lo complicado que podía ser para ella, ya había comprado mis boletos de bus en megabus a 5€ y mi avión a Italia por volotea a 7€ y en junio ya era demasiado tarde para encontrar los pasajes al mismo presio, estaba estresada. Ella me respondió, -no te preocupes si ya tienes planes nos podemos ver el siguiente año, no quiero estresarte-. Terminamos la llamada y enseguida que colgamos me sentí muy mal, y comencé a llorar, me sentía muy mal, no podía reflexionar, solo sentía. En eso llegó Alan a la casa, (mi pareja) y le conté todo lo que había sucedido, mientras le contaba me preparó la tina con agua caliente y me dijo -relájate todo está bien, si tu mamá quiere venir que venga a Italia con nosotros- y pensé …porque no, la podemos pasar bien, después pensé – ¿ y la recidencia con la compañía? No pensé más y mande un mensaje a todos los miembros de la compañía para ver si estaban de acuerdo con que mi madre pudiera estar con nosotros en la recidencia, ya que sería en el campo en un pueblito al sur de Francia junto a los Pirineos, y claro sería muy lindo pasarla bien en el campo, respirar aire de las montañas…. Porque no.  todos estuvieron de acuerdo y enseguida sin pensarlo, le hable a mi madre y le pregunté -¿todavía tienes ganas de venir ? Ella me respondió con un gran SÍ!!!!! Dicho y hecho, el 18 de julio de 2016 mi madre después de dos años de no verla de frente vino a pasar sus vacasiones conmigo, y fueron los días más aventureros y hermosos que pasé con ella. Obviamente cuandose regresó a México lloramos como magdalenas en el aeropuerto. Ahora a pesar de la distancia estamos más unidas; siento que ahora soy yo la que la extraña más. 

Esta es la historia de todas mis historias personales que me han hecho reír, llorar y sentir todas esas emociones que te confunden y no sabes lo que es, es por eso la quiero compartir con el mundo que doy gracias a la vida de tener a mi Madre. Te amo mamá. 

Yucatecos en Francia 

Esta es una  historia, de las historias más divertidas que nunca olvidaré. 
En diciembre del 2014, mi hermosa familia (mi mamá, mi hermanita y mi hermanito) vino a visitarme a París, Francia para poder pasar la Navidad juntos, y de paso para conocer Europa. Pero lo que mi bella y hermosa familia yucateca no contaba esque el frío sería su peor enemigo de este viaje.

El día que llegaron los fui a recoger al aeropuerto de París, muy emocionada y contenta de volver a verlos, solo habían pasado tres meses de mi partida de México que no los había visto, pero en ese momento sentía como si no los hubiera visto en años; cuando los vi salir de la puerta de arrive  los mire y vi sus rostros de que algo malo había sucedido en su viaje y pensé –olvídalo ale, es como si los hubieras visto ayer, esto se pondrá bueno- .

Dejamos las maletas en casa y salimos a pasear. Durante su estancia, aprovechabamos al máximo pasear  por las mañanas porque a partir de las 6 de la tarde cuando el sol comenzaba a desaparecer, Meni, mi hermanito ya no soportaba el frío y comenzaba a detestar a medio mundo. Solo una vez pudo soportar una noche porque le dimos mucho vino para tomar. Todo el tiempo decía que su chamara era una mierda…. Oh lala, es verdad que había frío, pero habían momentos en los que no sabíamos quién era más insoportable el frío o los quejiditos. 

Llego Navidad y nos fuimos a Lyon, una ciudad que esta aproximadamente a 4 horas de París en bus. (Si quieren viajar barato, aparte del blablacar, les recomiendo megabus, solo que como no hay dos glorías en este mundo, la comodidad deja mucho que desear). Estando ahí, el frío me pego muy fuerte y se me bajo la presión, mi nariz sangro y me dio calentura el mero 24 de diciembre, yo me quede en el hotel a descansar y mi familia se fue de compras, ahí se le cumplieron los deseos a Meni de poder tener una chamarra digna para aguantar el frío. 

Estando París,  mis hermanitos, estaban muy impacientes por conocer la torre Eiffel, así que decidí darles la sorpresa de su vida. Hicimos todo el viaje para llegar ahí en metro hasta la estación Trocadero, pero cuando llegamos, y salimos del subterráneo, no la podían ver porque como que hay un edificio, o más bien un muro que la tapa, así que caminamos un poco más y en ese momento Meni me intentó preguntar algo -¿dondé está esa chinga… Owo!!!  -Su rostro cambió, sus ojos se iluminaron y se detuvo a observar. fué como si le hubiera dado un mini shock, se quedó en silencio un instante y después acertó con la cabeza y dijo- sí, está impresionante -.  Estefy mi hermanita quien también iba caminando y hablando, en ese mismo instante miro a su izquierda, y como si las palabras se hubieran esfumado de su boca, dejó de hablar, sus ojitos también se le abrieron y después de micro segundos de shock dijo –tómenme una foto con mi celular, Meni con tu cámara!!!!! –   Y corrió por la explanada de Trocadero; Para mí mamá no era su primera ves de ver la torre Eiffel, pero de igual manera también se impresionó, porque fue un instante de sorpresa, no se lo esperaban. Jojojo.

En fin, Pasamos cada aventura juntos, que jamás olvidaré; en París visitamos el musée du louvre, el palacio de Tokyo, el río Sena, la Notre dame de París, el sacré cœur, el moulin rouge, el castillo de Versalles y entre otros barrios parisinos. En Belgica visitamos, Bruselas y brujas, una pequeña ciudad medieval que queda como a 30minutos de Bruselas pero en realidad hicimos como 2 horAs porque nos confundimos y tomamos el tren que hacía paradas en cada Villa. En Bélgica, Estefy perdió la cabeza comprando cajas y cajas de chocolates cuando vio las hermosas y exquisitas tiendas du chocolat. Y por las noches, Estefy y yo salíamos del hotel para comprar diferentes cervezas con 11% de alcohol, Meni no salía, recuerden que le molestaba el frío nocturno.  Vaya que si fue toda una locura familiar. Fue un frío diciembre pero con un caluroso amor familiar de Yucatán 

Mon ami néerlandais 

En enero del 2015 mi familia incluyendo a Gabo se regresaron a México y yo me quede sola a continuar el viaje que tanto había soñado, al principio me dolió la despedida ya que pasamos un invierno muy hermoso. Pero la vida tenía que continuar y había llegado el fin de las vacaciones de invierno, las clases comenzaron de nueva cuenta y me di cuenta que estaba más concentrada en la escuela. Comenzaba a relacionarme más con los compañeros y a ir a las fiestas, me sentí más involucrada al mundo de los compañeros y sentí que me había perdido de ciertos eventos, pero no importaba había disfrutado de otra manera. 

En cuanto a la colocación del estudio, yo no podía continuar pagando sola ya que era muy caro para mi, así que antes de la llegada de mi familia ya había comenzado a buscar un coloque, (rooming) y una tarde después de clases en la puerta de la escuela me crucé con Juriaan un chico alto con el cabello despeinado y me pregunto qué pensaba hacer en la tarde, yo le dije nada, y lo invite a venir a mi casa. Esa tarde él fue a mi casa y conoció el departamento, le comenté que buscaba un coloque y él aprovechó para decirme que él buscaba un departamento. Et voilá! Yo lo acepté y él aceptó, los dos aceptamos y comenzamos a vivir juntos como una pequeñita familia, éramos como hermano neerlandés y hermanita mexicana en Momartre, París. 

Convivir con él fue tan agradable y hermoso, siempre me escuchaba y siempre me contaba sus locas historias, me ayudaba en el francés ya que él estaba más avanzado que yo y de vez en cuento jugábamos palabras en ingles ya que él, habla muy bien ese idioma. En cuanto a mi, Poco a poco mi francés fue mejorando y ya podía expresarme libremente en la escuela y en la ciudad A Juriaan le encantaba leer mucho todo el tiempo, él leía en francés y en inglés. Por las tardes le gustaba cocinar, él preparaba de todo y su especialidad era le ratatouille, también le encantaba tocar la guitarra y cantar sobre las escaleras que están al exterior del apartamento. Muchas veces le gustaba organizar petit soirées  en casa e invitaba gente de la escuela a comer con nosotros, en algunas ocaciones yo preparaba platillos mexicanos, pero no todo el tiempo, porque conseguir los ingredientes, me sale tan caro. Ay que bárbaro, de veras!!!!.

También tuvimos nuestros conflictos pero nada que no se pueda resolver. Nos contábamos nuestros secretos y verdades, el de veces en cuento le gustaba tener su espacio de soledad y cada vez que desaparecía se me hacía algo muy particular de su personalidad y a partir de ese momento  le comencé a decir el chico misterioso que tiene l’indigo time, era tan divertido, creo que no le molestaba…. Ups …Jajjajaja. Para el día de mi cumpleaños la pasamos juntos en el sur de Francia y le encantó probar el tequila, que  mi hermanita había traído cuando vino con su novio para celebrar mon anniversair.

Nos la pasamos muy bien y lo mejor es que teníamos un día a la semana para limpiar la casa juntos.